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16 de agosto de 2015

Arranca campaña masiva para prevenir suicidios

Las Madres Contra la Guerra seguiremos apoyando a Joel y a cientos de otros veteranos, quienes enfermos requieren mejores servicios de salud en el Hospital de Veteranos asi como acceso a los demás beneficios a que tienen derecho.

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La historia de Joel Valentín Saldaña no llegó a tener un desenlace fatal, aunque sus intentos por quitarse la vida fueron cerca de una docena. (David Villafañe)
Habla un sobreviviente

La historia de Joel Valentín Saldaña no llegó a tener un desenlace fatal, aunque sus intentos por quitarse la vida fueron cerca de una docena. El joven de 30 años se atreve hoy día a hablar de los cuatro años de horror que vivió bajo el azote de las drogas y los atentados contra sí mismo.
Cuenta que todo comenzó mientras estaba en el ejército, con un hijo recién nacido, y le diagnosticaron que tenía enfermedad de Crohn y que necesitaba una operación. Añade que era el único latino en su grupo y que enfrentaba unos problemas de discrimen y falta de comunicación, puesto que sus oficiales pensaban que él fingía el problema de salud. Eventualmente, abandonó el ejército para poder someterse a la operación. Luego de la operación se reportó al Fuerte Buchanan para explicar lo ocurrido, pero acabó siendo detenido por varias horas, y luego le quitaron su identificación y lo despidieron diciéndole que su unidad había cometido un error. Aunque intentó buscar respuestas, no las encontró.  “Entonces me hacen una segunda operación y ahí me hacen adicto a la percocet. Los doctores me mandaron eso, que ya me lo habían dado en la primera operación. Me hice adicto a la percocet y no podía salir de eso. Tenía que mantener el vicio, la compraba en la calle a $6. Me hice hasta deambulante, tenía que pedir chavos en la calle. Llegué a robar y asaltar para el vicio”, cuenta Valentín.
“La droga es algo bien malo. El cuerpo te la pide. Y la mente se prepara para hacer lo que sea por conseguirla”, añade Valentín.
Al cabo de dos años en las calles, comenzó a usar más drogas, una mezcla de marihuana y crack, luego que  le dijeran que eso lo despertaría.
“Me veía tan bajo en el mundo. Perdí dinero, propiedades. Estaba en el roto, sentía que no podía salir. Robé. Hice de todo para conseguir dinero”, relata con tristeza. “Te vuelves un monstruo. Yo me miraba al espejo y me decía, ‘¿quién es esa persona? Ese no soy yo. ¿Dónde está Joel? ¿Dónde está el muchacho que le gustaban los muñecos, los animé? Uno cae en un estado que no piensa, la mente está controlada por ese impulso. De la noche a la mañana era un monstruo que te rajaba la cabeza por unos dólares”.
Adicción al Percocet
Por si fuera poco, en una tercera operación, le dieron todavía más drogas. “Me vuelven a dar percocet. No me salía de la adicción, mi cuerpo ya creaba dolores que no habían para que me dieran más percocet”.
En medio de nuestra conversación, Valentín se levanta un instante,  va a una habitación y regresa con 10 frascos de medicinas diferentes. “Ves. Esto es lo que hacen los doctores. Muchos médicos son responsables de adicciones. Porque te tratan sin más, te dan pastillas sin tener en cuenta lo que va a pasar. No te dan tratamiento como tal. Te dan pastillas. Algunas de estas pastillas son bien adictivas”. 
En su desesperación, una y otra vez intentaba quitarse la vida. Lo salvaban en un hospital, lo volvía a intentar. “Me decía: ‘No me quiere mi familia. No me quiere Dios. Ni el Diablo me quiere que no me deja acabar de irme’ ”.
Pasó por un hogar de rehabilitación donde asegura que había también vicio y solo intentaban suplir una adicción con otra. En una ocasión lo sorprendieron policías en el intento. Acabó en siquiatría forense, donde de nuevo el remedio fue otro montón de pastillas. “Al salir el doctor te dice, como estás deprimido tómate esta pastilla en la mañana, esta otra al mediodía y esta en la noche. Ellos no te sientan y te dicen: ‘Mira mi hermano, qué es lo que tú necesitas, ¿un abrazo?’. A lo mejor lo que te pasa es que no tienes padres, a lo mejor lo que necesitas es ese abrazo, que te digan ‘tú vales, tú importas’, que te den cariño, comprensión. Aunque no lo conozcas dile ‘te quiero, tú vales’. Eso es más efectivo que 100 pastillas. Por eso le doy la mano al tecato, aunque tenga llagas, y le digo que vale y mucho”.
Rompe el vicio
Un día Valentín encontró voluntad. Se encerró en una habitación y pasó una semana y media enfrentando el vicio y sus pesadillas. “Entré con 110 libras, y salí con 96. Estuve allí encerrado y rompí el vicio. Fue horrible. Vómitos, diarreas, las ganas de ir a buscar más. Miraba la pastilla y le dije tengo dos hijos y no me vas a vencer”.
Desde entonces, ya van tres años sin recaídas. Su mejoría es notable, aunque arrastra las secuelas del daño que se hizo. “Gracias a Dios. Se puede. Emergí libre de vicio. Si te lo propones, lo logras. El humano tiene ese poder”. 
Los daños a su familia fueron incalculables. Valentín dice que su exesposa le asegura que cargó a sus hijos, pero él no recuerda nada de eso. También perdió a sus amigos. Ahora tiene que reconstruirlo todo poco a poco.
Valentín admite que tiene responsabilidad en lo ocurrido. Pero también reclama a la sociedad. Cuenta que en medio de su crisis apenas recibió solidaridad de otros que andaban deambulando como él. Añade que hasta de iglesias lo botaron, porque “apestaba”.
“Yo tuve culpa, pero otros también. La sociedad te rechaza, te dice eres malo. Ven un tecato echando espuma por la boca y convulsionando y lo graban y lo suben a Facebook. Ahora mismo si hay un nene que su papá es adicto, le dicen al amiguito, ‘no te le acerques, no te quiero ver con él’. En vez de decirle al nene, ‘mira yo sé que tu papá está enfermo. Tú puedes venir aquí, aquí te damos cariño, si tienes hambre compartimos la comida’. Hay que decir las cosas como son y enfrentar el problema”, dijo.  
“La sociedad te marca y te dice no puedes salir si no es con la pastilla, si no oras, si no vas a la iglesia. ¡Embuste! Eso no funciona. Dale un abrazo. Dile que vale. ¿Cuántas horas al día no pasa una persona en Facebook? ¿Dos horas? Pasa ese tiempo con ese familiar deprimido. Dale un abrazo. No esperes a que se suicide. No le digas ve al médico, ve a la iglesia,  lo que  piensa esa personas es, ‘diantre estoy tan mal que ni mi familia me atiende’. Hoy día el padre no le dice al niño ‘estoy orgulloso de ti’. El patrón no le dice al empleado ‘hiciste un buen trabajo’. La sociedad hoy es Facebook, pastillas o iglesia, cuando lo que necesitaba era un abrazo de su mamá, un beso de su hermana o que su hermano lo llevara a comer y conversar”, reclama Valentín. “Yo espero que mi historia sirva para ayudar a otros”.
ver art. completo en:
http://www.elnuevodia.com/noticias/locales/nota/lanzancampanamasivaparaprevenirelsuicidio-2084251/