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31 de marzo de 2015

Deambulaba con sus dos hijas

Yadira López.
Es puertorriqueña, acompañó a las tropas estadounidenses a la guerra, hizo familia en el ejército y, de repente, deambuló.
La historia de Yadira López no es digna de pena, sino de admiración.
Una excombatiente que se levantó de las más difíciles situaciones de la vida y hoy es agente de cambio social que mira los obstáculos del pasado —sin vestigios de odio— como un gran reto superado.
López ingresó ilusionada al ejército para ser copilota y su gran desempeño la ubicó entre las primeras mujeres en trabajar en el portaaviones el USS Enterprise en 1985.
“En ese tiempo fue bien difícil. Los hombres no estaban acostumbrados a trabajar con mujeres. Las camas eran bien incómodas. Dormíamos tres mujeres en una cama en un espacio donde había 180 mujeres y compartíamos tres baños”, dice López, quien contó a Metro que durante ese tiempo parte del dinero que ganaba se lo enviaba a su abuelita en Hatillo para que terminara su casa.
El tiempo en las fuerzas transcurrió. López trabajó y viajó a Japón, Dubái, Kuwait y hasta a la isla municipio de Vieques.
Hizo sólidas amistades, perdió compañeros de batalla, se enamoró, procreó una hija a la que quiso cuidar desde un principio, pero el trabajo la devolvió a las filas, así que la menor fue criada por su padre.
Ya en su segundo parto su amor de madre fue más fuerte y solicitó el retiro.
“No fue muy fácil”, pero lo obtuvo.
Así las cosas se instaló en Virginia y comenzó a trabajar en el correo para la fecha de 2006. Pasados tres años su vida comenzó a cambiar.
En el 2009, el Correo federal anuncia una ola de despidos en cuya lista de futuros cesanteados estaba su nombre.
Su despido coincide con su divorcio y con una condición de salud que empezaba a desarrollar su hija mayor.
Sus opciones: regresar a Puerto Rico.
“Usé todos mis ahorros y puse todas mis cosas en un vagón. Me costó como $6,000 poner eso en Puerto Rico. No sabía qué iba a hacer, pero recuerdo que llegué un martes y veo que en la casa de mi mamá en Humacao vivían muchas personas. Solo dos cuartos: mi hermano con tres hijos y mi hermana con tres más, y no era lo que pensaba”, narra López, quien admite no tuvo otra alternativa que quedarse en la atestada vivienda, ya que la residencia de su abuelita en Hatillo le quedaba muy lejos para que ella y su hija recibieran atención médica.
Pasadas varias semanas, una grave noticia aceleró su salida de la residencia. Su hija mayor le notifica que un hijastro de su hermano intentó tocarla varias veces de forma inapropiada a su niña de tres años.
“Estaba desesperada. No sabía qué hacer. No quería seguir allí y me daba miedo buscar ayuda del Gobierno. Sabía que lo que pasaría era que me quitarían a mis hijas”, cuenta López, quien empujada por la desesperación se montó en su viejo vehículo —un Toyota con carrocería de Nova, describe— y fue a pasar la noche con sus hijas al estacionamiento de Wal-Mart en Humacao.
Una noche que se extendió por más de tres meses —mayo, junio, julio y principios de agosto—, tiempos en los que la megatienda se convirtió en su imaginaria lumbre.
“Se nos hacía tan difícil, pero lo hacíamos calladito. Temí muchas veces que nos pasara algo, y más allí que era peligroso”, narra López entre llanto al recordar la triste época.
“Caminábamos por la tienda hasta que ellas se agotaran. Nos bañábamos allí, cuando no visitaba a alguien en Humacao y les decía que no teníamos agua donde vivíamos”, dice.
Añade que llegaba como a las 7:00 p. m. al estacionamiento, que las peores noches eran cuando llovía y que mientras estaban en el carro les enseñaba a leer y a escribir a sus hijas hasta que se dormían.
Embargada en un extenso llanto López cuenta que, cuando su hija pequeña le preguntaba por qué dormían allí, la grande la interrumpía: “No hagas preguntas que no tienen respuesta. ¿Tú quieres que aquel te toque? Mami va a conseguir trabajo. ¿Tú no ves que nosotros oramos todos los días? Dios nos está escuchando ahora. Él nos va a escuchar”.
Al amanecer, López relata que llevaba a la grande a la escuela y a la hora de la comida le ponía una faldita chiquita a la pequeña para que la dejaran entrar y comiera. Yo las esperaba a fuera”, dice, recordando que su “niña siempre me traía una manzana o un guineo”.
A la pregunta de por qué nunca llamó al Departamento de la Familia, López contestó: “Yo traté y llamé, pero eso es lo peor que hay. Solo me decían: ‘Dígame dónde usted está para recoger a las niñas’. No me daban ninguna otra opción que no fuera esa. Ellos en lo que piensan es en quitarte los niños”, relató la excombatiente, quien confiesa que los pedidos de sus hijas a “Papa Dios” la sacaron de las calles.
Y es en una mañana de agosto, mientras se encontraba recibiendo terapia en el Hospital de Veteranos de San Juan, que   sintió la confianza de contarle su caso a una trabajadora social, quien sin amenazas de alejarla de sus hijas la ayudó a salir de las calles y a conseguir empleo.
Hoy, y gracias al programa de deambulantes del VA, López es supervisora de logística del mencionado centro y está a cargo de 81 personas.
Cuenta que se siente una heroína y que, gracias a sus hijas y al entrenamiento en el ejército, pudo levantarse y devolverles la estabilidad a sus retoños.
La población de veteranos en Puerto Rico e Islas vírgenes ronda los 1,100 según el programa de veteranos sin techo, del Sistema de Salud de Veteranos del Caribe.
De acuerdo con el procurador de los Veteranos, Agustín Montañez, la situación de veteranos deambulantes en la isla no es tan grave como en los Estados Unidos, debido a que los familiares se quedan más tiempo con los veteranos en casa.
“En Estados Unidos hay veteranos que aunque no tienen problemas mentales deambulan porque no tienen dónde quedarse. Aquí esa parte no se ve tanto. Aquí el veterano que está sin hogar es porque mayormente tiene un problema siquiátrico o algún tipo de dependencia al alcohol o a las drogas”.

 
La cifra
1,100
Cantidad de veteranos deambulantes atendidos bajo el programa veteranos sin techo, en todo Puerto Rico e Islas Vírgenes del Sistema de Salud de Veteranos del Caribe.

 
La cifra
1,116
Cantidad de veteranos en Puerto Rico participantes el Programa de Asistencia Nutricional para la fecha de febrero de 2015. El año pasado la cifra era de 1,104, mientras que a la misma fecha de 2013 la cantidad era de 1,135

La cita
“ Caminábamos por la tienda hasta que ellas se agotaran. Nos bañábamos allí cuando no visitaba a alguien en Humacao y le decía que no teníamos agua donde vivíamos ”.
Yadira López, exmilitar, relata las condiciones en las que vivía cuando deambulaba con sus dos niñas en el estacionamiento de una megatienda.
http://www.metro.pr/marcados-por-la-guerra/deambulaba-con-sus-dos-hijas/pGXocz!TBns3SNf7pWZo/ 
Juan Carlos Melo @Melodicespr